Alvin Reyes
El Obsceno pájaro de la noche es toda
una hazaña de la imaginación. Es un experimento por llevar a las letras los límites
de la conciencia humana. Si se me pidiese una palabra para describir esta
novela solo diría: devastadora. Nadie que lea el Obsceno pájaro de la noche
saldrá indemne de su lectura.
El padre de Humberto Peñaloza siempre tuvo el deseo de que
su hijo progresara en la vida, que fuera alguien,
que fuera un caballero.
“Inflamado con el ímpetu
de su nostalgia que se iba a apaciguar durante quizás unos instantes al comprarme un disfraz de caballero, yo lo acompañaba feliz, como si ese traje nuevo me
fuera a abrir una ventana sobre un paisaje insospechado donde todo era
posible, sí, por qué no, papá, voy a ser alguien, un gran
abogado, un gran político, mire las notas excelentes que saco en el colegio, oiga lo que mis
profesores dicen de mis adelantos en historia, en inglés y en francés y
en latín, sí, estudiaré, haré todo lo que usted
me proponga, se lo
prometo, encarnaré su sueño para que
no sufra más, no soporto sentir esa tristeza que usted siente. El traje que íbamos a
comprar tenía que ser bueno, durable, holgado para que no me
quedara chico demasiado pronto, poco vistoso para que la gente no
se diera cuenta de que era mi único traje, y lo más barato posible “ (El
Obsceno pájaro de la noche. Plaza y Janes 1994. Pag.93)
Tiempo después Don Jerónimo le contrata como su secretario
particular. Don Jerónimo se casa con Inés de Santillana de la cual Humberto se
enamora. Después de muchos intentos y por medio de un arte que no revelare aquí
Don Jerónimo e Inés logran tener un hijo pero este es un monstruo. Conmovido
con su hijo monstruo Don Jerónimo Arregla su hacienda, La Rinconada, y recorre
el mundo buscando seres monstruosos de modo que su hijo viva con ellos en el
castillo y crea que lo monstruoso es lo normal.
“Llegó a ser cuestión de orgullo para
Humberto Peñaloza
presentarle a don Jerónimo ejemplares más y más fantásticos, creaciones
insólitas con narices y mandíbulas retorcidas y la floración caótica de dientes amarillentos repletándoles la boca, gigantes acromegálicos, albinas transparentes como ánimas, muchachas con extremidades de pingüino y orejas de alas de
murciélago, personajes cuyos defectos
sobrepasaban la fealdad para hacerlos ascender a la categoría noble de lo monstruoso”. (Ídem.
Págs. 213-214)
Hasta aquí esa trama de por sí sola es formidable. Pero si a
esta historia, que no he revelado del todo por razones obvias, se le une una
voz narradora que no distingue de presente y pasado, que cambia de un momento a
otro de sexo una voz que es un torrente que se desborda que se adentra en lo
recóndito y saca lo más oscuro y sucio del alma humana.
“Siento tu olor aquí, aunque avanzando detrás, siento el olor a vejez y a decrepitud y a
codicia libidinosa
que va a vencer tu olor, rozo tu mano áspera y la retiro insultado por esa aspereza, pero aguardo en
silencio porque todavía eres Inés, quiero estar bajo tu sábana, en la aureola
de tu calor que hará resurgir en mí la potencia que tengo yo y no tu marido,
deja que mi deseo traspase la barrera repelente de tu
actualidad, déjame desnudo junto a
ti para que vaya descartando tu fealdad, tu rapiña, tu vejez, tu locura, tu estupidez, disfraces sucesivos que nunca
te sacaste, déjame tolerar un poco más tu
fetidez para descubrir, en el fondo horrible de tu olor, a la Inés incambiable oculta bajo esta
ruina sucia, déjame invocarte como debiste ser siempre para que mi potencia te
reconozca aquí en el calor tuyo que acaricia mi cuerpo desnudo.
Duermes. Te oigo dormir. Lástima que ronques”. (Ídem.
Pág. 429).
El propio José Donoso revela aquí que escribir la obra fue
una lucha contra su ulcera:
El Obsceno pájaro de la noche es,
en fin, una obra total sobre los límites de la devastación humana, una obra de profunda
exploración psicología y que, advierto, se la he recomendado al menos a tres amigos y no han podido terminar de
leerla, tal es la sordidez con que está escrita.
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